El sentido común avisa de que hay alimentos “peligrosos” tanto para unos dientes con un deterioro propio del envejecimiento, como para determinadas prótesis y carillas dentales que pueden sufrir algún desperfecto. En general, es el grado de dureza, la temperatura y la composición de aquello que ingieras lo que puede suponer un riesgo.


Por ejemplo, los alimentos muy duros, como pueden ser algunos frutos secos (nueces, pistachos, almendras…) o verduras que puedes tomar crudas, hay que masticarlos extremando las precauciones.


También es importante evitar aquellos alimentos que implican tirar del diente a la hora de morder, como pueden ser los bocadillos y algunas “chuches” masticables que tienden a quedar adheridas al diente y suponen un pequeño problema. Deben tomarse muy de vez en cuando, intentando además reblandecerlas en la boca para no arriesgar la dentadura.

En el caso de la sensibilidad dental, hay que evitar los alimentos demasiado fríos o calientes, porque su efecto en la dentina puede resultar realmente doloroso. Aquellos con un alto contenido en azúcares o niveles de acidez elevados tampoco son los más recomendables.

Por último, aún sufriendo problemas dentales o de encías, no puedes dejar de tomar proteínas, indispensables para una dieta equilibrada. Carnes y pescados no pueden faltar, pero hay maneras más sencillas de tomar estos alimentos sin poner en riesgo tu boca: albóndigas o hamburguesas de carne picada, croquetas de pescado, buñuelos…



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