Chuparse el pulgar es un reflejo natural en los niños. Los bebés pueden sentirse seguros y contentos cuando se chupan el pulgar, los dedos, un chupete u otro objeto, que pueden ayudarles a conocer su mundo. Los niños pequeños también pueden chuparse para calmarse y ayudarles a dormir.
Sin embargo, cuando aparecen los dientes permanentes, la costumbre de chuparse el pulgar puede causar problemas con el buen desarrollo de la boca y la adaptación de los dientes. También puede causar cambios en el paladar. Los chupetes pueden ejercer esencialmente el mismo efecto en los dientes que chuparse los dedos y el pulgar, pero suele ser un hábito más fácil de romper.
La intensidad de la costumbre es un factor que determina si existen problemas dentales o no como resultado. Si los niños se meten el pulgar en la boca pasivamente, tienen menos probabilidades de tener dificultades que los que succionan el pulgar enérgicamente. Los que son demasiado agresivos, pueden causar problemas con los dientes de leche.
Por regla general, los niños de edades comprendidas entre los dos y cuatro años de edad dejan de succionar los dedos, o en el momento en que los dientes frontales permanentes están listos para salir. Si observa cambios en los dientes de leche del niño, o le preocupa su costumbre de chuparse el pulgar, consulte con el dentista.
Si los consejos anteriores no funcionan, recuérdele al niño su hábito vendándole el pulgar o poniéndole un calcetín en la mano por la noche. El dentista o pediatra podrá recetarle una medicina amarga para cubrir el pulgar o el uso de un aparato bucal.