El estrés es algo de lo que casi nadie se escapa a lo largo de la vida. Vivimos muy deprisa y acabamos recargando nuestros cuerpos y cerebros con tareas y problemas que queremos que se resuelvan con celeridad. Esta presión se traduce en ataques de ansiedad, taquicardias, insomnio, atracones o falta de apetito, dermatitis, etc. pero también afecta a nuestra salud bucal.
Saber identificar los síntomas del estrés es importante para poder atajarlo y evitar complicaciones a nivel de la salud bucal. Entre estas, encontramos la gingivitis que, si no tratamos, puede derivar en periodontitis y el riesgo de perder piezas dentales que esta conlleva.
Otro de los síntomas es el bruxismo, que puede llegar a deteriorar y astillar nuestros dientes y esto se hace inconscientemente tanto de día como de noche. La aparición de llagas también es común, a causa del descenso de defensas provocado por el estrés, por la mordedura de los labios o la parte interna de las mejillas por el nerviosismo, así como por la falta de una buena higiene a causa de la apatía.
También puede provocarnos xerostomia, que es la disminución en la segregación de saliva. Al tener menos, se provoca irritación en inflamación de los tejidos blandos del interior de la boca y se aumenta la posibilidad de aumentar infecciones y caries.
Finalmente, si has padecido herpes o tienes el virus latente, el estrés lo puede despertar.
Para evitar estas y otras complicaciones, tenemos que controlar el estrés practicando un deporte regularmente que nos haga divertirnos, realizar técnicas de relajación que nos ayuden a descansar y dormir mejor, no consumir alcohol, no fumar, no beber bebidas con cafeína, té o energizantes, cuidar mucho nuestra higiene bucal y socializar con nuestros seres queridos para encontrar un poco de distracción y apoyo.
Mantener el estrés a raya puede ser complicado, pero con voluntad, trabajo y el apoyo de nuestro entorno (y profesionales si es necesario), lograremos capear una temporada complicada sin ninguna consecuencia para nuestra salud.