El flúor forma parte de la composición de la gran mayoría de pastas dentífricas, y puede encontrarse en algunos colutorios también. Este principio activo es reconocido universalmente por su acción anticaries sobre el esmalte y la dentina, pero ¿cómo actúa realmente?
Los dientes están en un equilibrio continuo de desmineralización-remineralización. Cuando el pH de la placa dental baja por debajo del punto crítico de la hidroxiapatita (pH<5.5), el diente comienza a desmineralizarse y cuando vuelve al pH por encima de este punto, comienza la remineralización. La caries, que es una enfermedad infecciosa multifactorial, se produce por el desequilibrio entre la desmineralización y la remineralización del esmalte hacia la desmineralización.
El flúor, aplicado de forma tópica, tiene dos propiedades fundamentales que ayudan a prevenir la caries:
Además, el flúor tiene cierta actividad antibacteriana, aunque su eficacia como tal es controvertida ya que las concentraciones necesarias son muy superiores a las recomendadas para la remineralización del esmalte.
El flúor también puede obtenerse de forma sistémica, mediante la ingesta de alimentos ricos en flúor (como el pescado de mar) o el agua fluorada. Algunas comunidades fluorizan el agua por su eficacia demostrada en la prevención de la caries. Esta vía de administración del flúor es especialmente importante durante el periodo de formación del esmalte, ya que el flúor se combina con la hidroxiapatita del esmalte en formación, haciéndolo más resistente. Una vez el esmalte ha madurado, el flúor sistémico pierde la capacidad de incorporarse al diente y cobra relevancia la aplicación de flúor tópico.
La acción del flúor adquiere por tanto especial importancia durante el periodo de maduración del esmalte, cuando los dientes erupcionan, aunque también puede ser efectivo en esmaltes ya maduros.